Lo más probable es que hayas estado escuchando mucho acerca de la «salud intestinal» en los últimos años. ¡Y por una buena razón! De hecho, hay billones de buenas razones para centrarse en el intestino, y se llaman bacterias. Forman una comunidad llamada el «microbiota» que vive principalmente en el intestino. Investigaciones demuestran que el cerebro y el intestino se comunican a través de la microbiota intestinal, trabajando juntos para realizar diferentes funciones como producir ciertas vitaminas y neurotransmisores. De manera similar, las bacterias de la microbiota intestinal se comunican con el sistema inmunológico a través del intestino para apoyar su desarrollo.
El contacto con bacterias en el mundo real es crucial para estimular el sistema inmunológico. Es por eso que está bien dejar que los niños pequeños jueguen en el arenero o se ensucien un poco… es ejercicio para su sistema inmunológico. Sin embargo, el sistema inmune de tu bebé aún no está completamente desarrollado al nacer, lo que los hace especialmente vulnerables a ciertas infecciones. En los primeros años, el sistema inmune se desarrolla de forma natural y madura con el tiempo.
La leche materna es la mejor fuente de nutrición con muchos beneficios a corto y a largo plazo tanto para bebés como para las madres. La lactancia materna también apoya el sistema inmune de tu bebé. No solo se transmiten anticuerpos a tu bebé en la leche materna, sino que también contiene fibras y bacterias benéficas que poblarán su intestino y apoyarán al sistema inmunológico en desarrollo. Estas fibras y bacterias se conocen como prebióticos y probióticos respectivamente, y trabajan juntos para tener un efecto positivo en el sistema inmune de tu bebé, fomentan el crecimiento de bacterias buenas y educan al sistema inmune para combatir las infecciones.
Si no es posible amamantar a tu bebé o si decides no hacerlo, consulta a un profesional de la salud (médico o nutriólogo) para obtener un consejo. En los últimos años, se ha hablado mucho sobre la necesidad de “impulsar” el sistema inmune, con el fin de que pueda proporcionar una reacción más rápida y acertada cuando se presenta una infección. Sin embargo, se ha demostrado también, que cuando el sistema inmune reacciona en exceso a una infección puede tener un efecto negativo en cómo tu bebé responde para combatir infecciones inofensivas. Es por eso por lo que el sistema inmunológico necesita apoyo y entrenamiento.
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Entendamos la familia de los bióticos
En primer lugar, te puedes estar preguntando cuál es la diferencia entre pre- y probióticos. Esto es lo que se necesita saber, en términos generales:
Los probióticos son bacterias vivas que administradas en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud. Estas se pueden encontrar en la leche materna, en algunos alimentos como el yoghurt y alimentos fermentados y en algunas fórmulas infantiles, pero también, en algunas presentaciones farmacéuticas.
Los prebióticos son la comida de las bacterias. Piensa en ellos como carbohidratos que ayudan a que las bacterias buenas se multipliquen, limitando el crecimiento de bacterias dañinas potenciales, lo cual es una buena noticia para el sistema inmunológico en desarrollo de tu bebé. Los prebióticos se pueden encontrar por supuesto en la leche materna, pero también en alimentos como el plátano, achicoria, cebolla, tomate, ajo, y también en algunas fórmulas infantiles.
Los simbióticos son la combinación de prebióticos con probióticos que trabajan juntos en el intestino para tener un mayor impacto. Básicamente, actúan como un equipo para fomentar el crecimiento, la supervivencia y la eficacia de las bacterias intestinales buenas.
Cuando se administran a temprana edad, prebióticos, probióticos y simbióticos pueden ayudar a crear las condiciones óptimas para el desarrollo del sistema inmunológico de tu bebé.
A medida que inicies la alimentación complementaria de tu bebé alrededor de los 6 meses, puedes comenzar a darle alimentos que apoyen el crecimiento de las bacterias buenas en su intestino ya que estas seguirán teniendo un efecto beneficioso en su sistema inmunológico a lo largo de su crecimiento.