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Es una tarea difícil comprender las necesidades emocionales de tu hijo. Descubre lo que significa practicar la crianza receptiva y cómo puede influir en el futuro desarrollo emocional y cognitivo de tu hijo, del experto en educación para la salud infantil, el Dr. Aric Sigman.
Como padres, es fácil identificar las necesidades físicas de nuestros hijos: alimentos nutritivos, refugio, acceso a servicios de salud eficaces. Pero las necesidades emocionales de un niño, particularmente en un niño pequeño, pueden no ser tan obvias ya que todavía están aprendiendo a comunicarse.
Una de las experiencias más importantes en la formación del cerebro en desarrollo de un niño es lo que se conoce como interacción de “servir y devolver” entre los niños y los padres. Los bebés y los niños pequeños buscan naturalmente la interacción a través del balbuceo, las expresiones faciales y los gestos, y los adultos les responden con el mismo tipo de gestos. 1 Este proceso de ida y vuelta es fundamental para el cableado del cerebro, especialmente en los primeros años.
La crianza receptiva fomenta la interacción de “servir y devolver” a través de la expresión de comportamientos cálidos y de aceptación para responder a las señales emocionales de los niños.
Este aspecto de la crianza nos ayuda a comprender y responder mejor a las necesidades de nuestros hijos y puede tener una influencia significativa en la salud y el desarrollo infantil.2,3
Comprender las necesidades de nuestros hijos puede ser un proceso complicado; uno que a menudo entendemos, observando de cerca las señales que nuestros hijos nos están dando a través de su comportamiento. La crianza receptiva implica que seamos más conscientes y conscientes de nuestros hijos para poder aprender qué es lo que los motiva, lo que los entusiasma, involucra, enoja o calma. Puede tomar diferentes formas dependiendo de la situación, por ejemplo, si estamos respondiendo a señales como un signo de enfermedad, un comentario verbal o una expresión facial en particular.2 También puede depender de quién está respondiendo, que en los primeros años es a menudo la madre. En cada caso, si estamos respondiendo a una situación con nuestros hijos, tiende a seguir un proceso de tres etapas:2
La crianza receptiva es inmensamente poderosa, ya que mejora la salud y el desarrollo del niño tanto a corto como a largo plazo, incluso a nivel genético. Los genes que heredan nuestros hijos no son estáticos ni grabados en piedra, sino que se “expresan” (activados o desactivados) por las experiencias de nuestros hijos. Esto, a su vez, da forma a su arquitectura cerebral en desarrollo y afecta fuertemente si crecen para ser miembros saludables y productivos de la sociedad.
Las experiencias positivas dejan una “firma” química en los genes que activan el potencial genético de un niño.4,5
Los niños en edad escolar cuyas madres proporcionaron experiencias positivas a temprana edad tienen cerebros con un hipocampo más grande, una estructura clave importante para el aprendizaje, la memoria y la respuesta al estrés.6
La crianza receptiva ayuda a comprender y responder mejor a las necesidades de nuestros hijos y puede tener una influencia significativa en su salud y desarrollo.
Los estudios también han demostrado que la capacidad de respuesta materna tiene un efecto protector sobre el desarrollo de los bebés con bajo peso al nacer, disminuyendo problemas como la ansiedad social y el estado de ánimo depresivo.7,8
Si bien las relaciones receptivas son importantes para la salud y el desarrollo de un niño, la ausencia de dicha crianza puede tener un impacto negativo, particularmente en los niños pequeños. Claramente, puede haber circunstancias y situaciones en las que no podamos responder de inmediato a las necesidades diarias (a veces exigentes) de nuestros niños pequeños, por lo que los padres no deben preocuparse demasiado por no estar a la disposición constante de sus niños pequeños.
Pero desde la infancia, una ruptura significativa en la interacción “servir y responder”, la falta de fiabilidad o la falta de respuestas pueden interrumpir el desarrollo del cerebro del niño. Las oportunidades perdidas asociadas con la falta de interacción con nuestros niños pueden provocarle estrés, lo que puede generar problemas de aprendizaje, comportamiento y salud.1,9
Ser siempre receptivos y comprender las necesidades de desarrollo siempre cambiantes de nuestros hijos es un proceso complejo y exigente, que algunos de nosotros puede encontrar más difícil de lograr que otros.10 Esto puede ser particularmente cierto en circunstancias específicas, como para los padres de niños con necesidades especiales. A menudo ocurre que los padres de familias desfavorecidas asumen que tienen menos impacto en los resultados de sus hijos, pero incluso los pequeños esfuerzos para responder a nuestros hijos pueden tener un resultado positivo.
Ser padre es difícil. La crianza receptiva puede ser muy exigente y en algunos casos, se debe realizar algún entrenamiento. De hecho, las intervenciones que ayudan a los padres a reconocer la importancia de los comportamientos receptivos han demostrado que los aumentos en la capacidad de respuesta dan como resultado que los niños desarrollen un vínculo y apego más seguros con sus padres junto con una mejor resolución de problemas, lenguaje y habilidades sociales.11
Un excelente ejemplo de esta interacción es la lectura de libros compartidos. Es posible que ya tengamos la rutina de leer un libro a nuestros hijos antes de acostarse, pero la lectura compartida de libros puede generar otros beneficios.
La lectura de libros compartidos implicó explorar un libro junto con nuestros hijos y es importante para promover el lenguaje oral y mejorar la alfabetización.
Los estudios han examinado el impacto de enseñar a los padres a utilizar técnicas que animan a los niños pequeños a hablar sobre las ilustraciones y el libro en su conjunto. Estas técnicas e interacciones tuvieron efectos positivos en el lenguaje de los niños, particularmente para los niños con bajo riesgo de problemas de alfabetización.11,12
Las relaciones que establecemos con nuestros hijos proporcionan la base para su desarrollo social y emocional. Las relaciones tempranas entre padres e hijos también sientan las bases para el bienestar emocional y las relaciones sociales de nuestros hijos en las etapas posteriores de la vida. Tener un impacto tan temprano en el desarrollo futuro de nuestros niños subraya por qué la falta de capacidad de respuesta puede ser desfavorable en los primeros años de vida. Reconocer la importancia de la crianza receptiva y, cuando sea necesario, ofrecer intervenciones efectivas, probablemente resulte en mejores resultados a largo plazo en el bienestar emocional, el aprendizaje, la salud y la crianza de los hijos de la próxima generación.1
El Dr. Aric Sigman imparte conferencias sobre educación para la salud infantil y publica artículos sobre temas de salud y desarrollo infantil. Es miembro de la Royal Society of Biology y miembro asociado de la British Psychological Society. El Dr. Sigman ha sido invitado dos veces a dirigirse al Grupo de Trabajo del Parlamento Europeo sobre la Calidad de la Infancia en la Unión Europea.
Revisado por última vez: 30 de junio del 2016
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